domingo, 27 de diciembre de 2015

Mi Balance Personal



BALANCE DE CIERRE.
Cada fin de año, por lo general algunas empresas realizan su cierre financiero, para poder obtener un Balance General o de Situación Patrimonial, con el cual pueden evaluar los resultados obtenidos. Los administradores, contadores y/o  responsables del negocio, revisan las cuentas, sus ingresos, sus egresos y después de una serie de análisis,  llegan a la conclusión de que durante ese ejercicio económico,  la empresa tuvo pérdidas o ganancias.   
Pues bien, los seres humanos somos como una empresa en marcha, iniciamos el año con unos activos, que son nuestra vida, bienes materiales, trabajo, familia, amigos... En fin,  hacemos un inventario de todo lo que tenemos, a lo cual le sumamos proyectos, nuevas ideas, sueños.  Después de transcurrir doce meses, tenemos que evaluar si valió o no la pena, todo el esfuerzo, todo el trabajo, sacrificios, privaciones, todo el empeño que pusimos en lograr nuestras metas y eso lo podemos ver evaluando el resultado de nuestra vida: cómo estamos, qué sentimos, qué nos falta y lo más importante,  qué falta por  transformar o cambiar en mi vida desde mi actitud, aceptación, servicio y desarrollo espiritual.
Los seres humanos, tenemos todo para actuar como una empresa perfecta, pero muchas veces no sabemos qué hacer con lo que tenemos, con todos los dones, talentos y fortalezas que Dios nos ha dado para poder cumplir con nuestra misión de vida. Tal vez no somos felices porque pasamos la vida soñando con imposibles, deseando las bendiciones de otros, tratando de vivir la vida de otros o simplemente porque atesoramos  en nuestro corazón,  riquezas que nos alejan de ese nivel de perfección que Dios creó para sus hijos, tales como rencores, odios, envidias, mentiras, interés particular,  acciones que puede dañar a otros. Porque no nos valoramos a nosotros mismos, sino que nos criticamos y juzgamos como lo peor, no aceptamos nuestra realidad tal cual es y queremos que sea como la realidad de otros hermanos que según nuestro parecer “tienen mejor suerte que yo”. O adoptamos el otro extremo, “soy mejor que los demás, no necesito a nadie para ser feliz, yo soy dueña de mi futuro” Vanidad, orgullo, prepotencia, soberbia son algunos de las actitudes que asumimos.  
Es bueno discernir nuestra vida en todos sus ángulos: la familia, el trabajo, lo espiritual y lo personal. Darnos cuenta qué aspectos no nos gustan, qué podemos hacer para mejorar y qué definitivamente no va a cambiar y tomar una decisión al respecto.  
Al finalizar cada año, es oportuno y  bueno sacar nuestro propio balance, ver qué cosas buenas hice y que cosas no tan buenas también hice, que debí hacer y no hice, por qué no logre mis metas. Sacar una lista de fortalezas y de debilidades,  con la cual puedo trazarme nuevas metas, trabajar aquello que debo mejorar, centrar mi esfuerzo en transformar aquellas realidades de mi vida que me impiden ser feliz, que me limitan y me atan a un pasado, a una vida en pecado, que me hacen sentir dolor en mi corazón, qué cosas lo han convertido en un corazón seco, sin fe, sin esperanzas. Por qué no  nacer en mí el amor, la misericordia de Dios, el perdón y el olvido.
Bien lo dijo San Pablo, en su carta a los Colosenses 3 (dejar la vida vieja para buscar la vida nueva): 12 Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia (tolerancia); 13 soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. 14 Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad (de la perfección).
15 Que la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos. 16 Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones. 17 Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el Padre.