BALANCE DE CIERRE.
Cada fin de año, por lo
general algunas empresas realizan su cierre financiero, para poder obtener un Balance
General o de Situación Patrimonial, con el cual pueden evaluar los resultados
obtenidos. Los administradores, contadores y/o responsables del negocio, revisan las cuentas,
sus ingresos, sus egresos y después de una serie de análisis, llegan a la conclusión de que durante ese
ejercicio económico, la empresa tuvo pérdidas
o ganancias.
Pues bien, los seres
humanos somos como una empresa en marcha, iniciamos el año con unos activos,
que son nuestra vida, bienes materiales, trabajo, familia, amigos... En fin, hacemos un inventario de todo lo que tenemos,
a lo cual le sumamos proyectos, nuevas ideas, sueños. Después de transcurrir doce meses, tenemos
que evaluar si valió o no la pena, todo el esfuerzo, todo el trabajo, sacrificios,
privaciones, todo el empeño que pusimos en lograr nuestras metas y eso lo
podemos ver evaluando el resultado de nuestra vida: cómo estamos, qué sentimos,
qué nos falta y lo más importante, qué
falta por transformar o cambiar en mi
vida desde mi actitud, aceptación, servicio y desarrollo espiritual.
Los seres humanos,
tenemos todo para actuar como una empresa perfecta, pero muchas veces no
sabemos qué hacer con lo que tenemos, con todos los dones, talentos y
fortalezas que Dios nos ha dado para poder cumplir con nuestra misión de vida. Tal
vez no somos felices porque pasamos la vida soñando con imposibles, deseando
las bendiciones de otros, tratando de vivir la vida de otros o simplemente porque
atesoramos en nuestro corazón, riquezas que nos alejan de ese nivel de perfección
que Dios creó para sus hijos, tales como rencores, odios, envidias, mentiras, interés
particular, acciones que puede dañar a
otros. Porque no nos valoramos a nosotros mismos, sino que nos criticamos y juzgamos
como lo peor, no aceptamos nuestra realidad tal cual es y queremos que sea como
la realidad de otros hermanos que según nuestro parecer “tienen mejor suerte
que yo”. O adoptamos el otro extremo, “soy mejor que los demás, no necesito a
nadie para ser feliz, yo soy dueña de mi futuro” Vanidad, orgullo, prepotencia,
soberbia son algunos de las actitudes que asumimos.
Es bueno discernir
nuestra vida en todos sus ángulos: la familia, el trabajo, lo espiritual y lo
personal. Darnos cuenta qué aspectos no nos gustan, qué podemos hacer para
mejorar y qué definitivamente no va a cambiar y tomar una decisión al respecto.
Al finalizar cada año,
es oportuno y bueno sacar nuestro propio
balance, ver qué cosas buenas hice y que cosas no tan buenas también hice, que
debí hacer y no hice, por qué no logre mis metas. Sacar una lista de fortalezas
y de debilidades, con la cual puedo
trazarme nuevas metas, trabajar aquello que debo mejorar, centrar mi esfuerzo
en transformar aquellas realidades de mi vida que me impiden ser feliz, que me
limitan y me atan a un pasado, a una vida en pecado, que me hacen sentir dolor
en mi corazón, qué cosas lo han convertido en un corazón seco, sin fe, sin
esperanzas. Por qué no nacer en mí el
amor, la misericordia de Dios, el perdón y el olvido.
Bien lo dijo San Pablo,
en su carta a los Colosenses 3 (dejar la vida vieja para buscar la vida nueva):
12 Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse
de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia (tolerancia); 13 soportándose
unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro.
Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. 14 Sobre todas estas
cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad (de la perfección).
15 Que la paz de
Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo
cuerpo; y sean agradecidos. 16 Que la palabra de Cristo habite en
abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a
otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción
de gracias en sus corazones. 17 Y todo lo que hagan, de palabra o de
hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El
a Dios el Padre.
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