Hablar del amor, es hablar de una palabra que
aunque corta en su escritura tiene tantos significados, pero que se puede
resumir diciendo que amor es buscar el bienestar de otro antes que el propio.
Nuestro señor Jesús nos dejó como legado activar el amor en los seres humanos.
Para llegar al Padre y al Hijo tenemos que aprender a amar. Pues bien, es así que
podemos entender el significado del amor en su concepción amplia:
1. Amarnos a nosotros mismos
2. Amar al prójimo o al hermano más próximo
3. Amar a la familia, a los amigos, a las
personas con las que compartimos día a día.
En este sentido, trataré de explicar el
significado de amar en cada uno de estos elementos:
1. Amor a nosotros mismos:
aunque suene una actitud egocéntrica, es necesario que aprendamos a querernos y
aceptarnos tal cual somos, o mejor aún aceptar nuestros defectos y virtudes
para trabajar en aquello que debemos mejorar para acercarnos más a Dios.
Debemos analizar nuestra vida en un solo plano, apartarnos de todo aquello que
nos hace actuar de manera distinta a lo que realmente somos y de esta forma
podremos entender qué cosas debemos trabajar para parecernos más a ese maestro
que es Jesús para sus discípulos, entendiendo que desde el camino de la fe todo
cristiano es un discípulo de Jesús y debemos trabajar nuestra vida de manera
que cada día seamos un poco más parecidos a ese modelo ideal de ser humano que
es Jesús.
Sabemos que no es un camino fácil, que en ese
recorrido vamos a tener altas y bajas, caídas y retrocesos, como seres humanos
no estamos exentos de cometer equivocaciones, de sentir rabia, de revelarnos
ante situaciones difíciles, injustas, contrarias a nuestra voluntad. Pienso que
lo más difícil de ser cristiano, es amarnos y aceptarnos como somos. Ya que
siempre tendremos un prototipo humano de lo que queremos ser y no somos, entender
que tenemos actitudes que molestan a otros, limitaciones que no nos dejan
avanzar en nuestro desarrollo personal, inseguridades, miedos, toda una larga
lista de cosas que quisiéramos y no tenemos: bienes, afectos, conocimientos, posición,
reconocimientos, entre otros. Pero que sin darnos cuenta, se resumen en una frase
muy corta “falta de amor por nosotros mismos”.
Todo esto nos aleja del verdadero camino
cristiano, nos lleva muchas veces a negar la existencia de Dios o simplemente
apartarnos de él para no sentirnos mal por no ser como es Jesús.
Dios nos ama desde nuestra pobreza, con nuestras
limitaciones y miedos. En su palabra podemos encontrar la libertad para ser
como él quiere que seamos. Sólo debemos tener humildad y reconocer que sin Dios
no somos nada y con él lo tenemos todo.
2. Amar al prójimo:
cuando Dios nos da el mandamiento de amar al próximo como a ti mismo, parece
que es un mandamiento fácil de cumplir, pero si entendemos en profundidad su
significado, implica amar más allá de
nuestro propio beneficio, de nuestra voluntad humana. Tratar que esa persona
que no conocemos, que es vecina, miembro de nuestra familia o de nuestro grupo
de trabajo, tenga la misma oportunidad que yo tengo, las mismas comodidades,
los mismos derechos o privilegios. Claro que esto no es posible o no depende de
nosotros. Pero amar al prójimo no puede
quedarse en un ideal, en algo abstracto, debe tener un sentido de solidaridad, de
amistad, de amor, buscar el bienestar de otros. Es compartir parte de lo que
tenemos con otros que nada tienen, es buscar ayudar en lo que nuestra humanidad
pueda al necesitado. Es dar compañía, atención, luz, amor para las personas que
andan solos por la vida.
¿Es fácil?, no en verdad no es fácil. Tenemos que
luchar contra muchos sentimientos internos que nos limitan y nos hacen ser fríos
e indiferentes. Incluso con sentimientos mezquinos que nos llevan a pensar que
eso no es mi problema. Que la vida es así y yo nada puedo hacer. Que cada quien
cargue con su cruz. En fin existen tantas frases frías e indiferentes, pero el
trabajo es tratar de cambiarlas por frases positivas, Que la vida es así pero
yo la puedo cambiar. Que cada quien cargue su cruz pero yo puedo aligerar su
carga con mis manos y mis hombros. Que tu problema es también mi problema
porque vivimos en una comunidad, en hermandad y que solo unidos podemos salir
adelante.
Debemos dar amor a todo aquel que lo necesite,
solo tenemos que tener la disposición de hacerlo sin importar lo que otros
piensen y cada quién de acuerdo a sus posibilidades, aprovechando los dones y
virtudes que Dios nos ha dado. Podemos
ayudar a muchas personas en nuestro caminar diario. Cada vez que salgamos a la
calle tenemos la oportunidad de hacer el bien sin mirar a quien. Nos montamos
en un autobús, por ejemplo, y al pagar
el precio de nuestro pasaje ya estamos ayudando a otras personas con el
intercambio de servicio, yo te pago y tú me llevas a mi destino. Al tratar con respeto a las
personas, viéndolas como personas dignas y semejantes, estamos realzando
nuestra condición humana. Así, durante el día nos daremos cuenta que solo con
el dinero de nuestro sueldo otros tantos se benefician. Que con nuestra actitud
podemos transformar la actitud de otras personas. Con una sonrisa podemos
llevar alegría a las personas que nos rodean, con una mirada tierna amor que
acaricia, con una palabra bonita o una
caricia suave podemos cambiar el día de otras personas, con nuestro servicio en
el trabajo, sin darnos cuenta ayudamos a otros, bien sea de la propia empresa o
de otras. Con nuestra actitud positiva podemos dar impulso a otros con menos
fuerza. Si reparamos en los pequeños detalles nos daremos cuenta que no es tan difícil
cumplir con el mandamiento de amar al prójimo como a ti mismo, por lo que
podemos ver es solo una cuestión de actitud.
3. El amor a nuestra
familia, amigos y personas conocidas: es fácil dar amor a las
personas que nos son cercanas, a los que nos une algún lazo de afinidad o
consanguinidad. Pero aun así cada día debemos proponernos que ese amor sea tan fuerte que nada pueda quebrantarlo, que
ese amor no nos duela ni nos pese. Cuidar corregir nuestras debilidades para
fortalecer nuestras relaciones personales con los seres que amamos.
Amar con libertad, implica amar sin falsas
ataduras. Saber que el otro no nos pertenece que solo nos acompañará una parte
del camino, pero que en algún momento pudiéramos alejarnos sin que esto
signifique que ya no nos amamos. Darle
libertad al compañero, a los hijos, a los amigos para buscar su camino, para
buscar su identidad sin perder el amor que nos une. Respetar los espacios de
cada persona, sin perder la comunicación
y la integración de las relaciones familiares y humanas.
Como podemos ver, Dios nos habla de amor a cada instante, el
amor es el principio y el fin del evangelio. Es la base para la tan buscada
felicidad plena. Es la condición para aceptar a otros y aceptarnos a nosotros
mismos, sin críticas, burlas o reproches. La palabra de Dios es testimonio
del amor que él nos tiene, como un padre y una madre siempre nos ha amado.
Busquemos el camino del amor y en él encontraremos la libertad y la felicidad
plena.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario