jueves, 28 de agosto de 2014

Amor, un mandato para la felicidad.


Hablar del amor, es hablar de una palabra que aunque corta en su escritura tiene tantos significados, pero que se puede resumir diciendo que amor es buscar el bienestar de otro antes que el propio. Nuestro señor Jesús nos dejó como legado activar el amor en los seres humanos. Para llegar al Padre y al Hijo tenemos que aprender a amar. Pues bien, es así que podemos entender el significado del amor en su concepción amplia: 
1. Amarnos a nosotros mismos
2. Amar al prójimo o al hermano más próximo
3. Amar a la familia, a los amigos, a las personas con las que compartimos día a día. 
En este sentido, trataré de explicar el significado de amar en cada uno de estos elementos:
1. Amor a nosotros mismos: aunque suene una actitud egocéntrica, es necesario que aprendamos a querernos y aceptarnos tal cual somos, o mejor aún aceptar nuestros defectos y virtudes para trabajar en aquello que debemos mejorar para acercarnos más a Dios. Debemos analizar nuestra vida en un solo plano, apartarnos de todo aquello que nos hace actuar de manera distinta a lo que realmente somos y de esta forma podremos entender qué cosas debemos trabajar para parecernos más a ese maestro que es Jesús para sus discípulos, entendiendo que desde el camino de la fe todo cristiano es un discípulo de Jesús y debemos trabajar nuestra vida de manera que cada día seamos un poco más parecidos a ese modelo ideal de ser humano que es Jesús.
Sabemos que no es un camino fácil, que en ese recorrido vamos a tener altas y bajas, caídas y retrocesos, como seres humanos no estamos exentos de cometer equivocaciones, de sentir rabia, de revelarnos ante situaciones difíciles, injustas, contrarias a nuestra voluntad. Pienso que lo más difícil  de ser cristiano,  es amarnos y aceptarnos como somos. Ya que siempre tendremos un prototipo humano de lo que queremos ser y no somos, entender que tenemos actitudes que molestan a otros, limitaciones que no nos dejan avanzar en nuestro desarrollo personal, inseguridades, miedos, toda una larga lista de cosas que quisiéramos y no tenemos: bienes, afectos, conocimientos, posición, reconocimientos, entre otros. Pero que sin darnos cuenta, se resumen en una frase muy corta “falta de amor por nosotros mismos”.
Todo esto nos aleja del verdadero camino cristiano, nos lleva muchas veces a negar la existencia de Dios o simplemente apartarnos de él para no sentirnos mal por no ser como es Jesús.
Dios nos ama desde nuestra pobreza, con nuestras limitaciones y miedos. En su palabra podemos encontrar la libertad para ser como él quiere que seamos. Sólo debemos tener humildad y reconocer que sin Dios no somos nada y con él lo tenemos todo.
2. Amar al prójimo: cuando Dios nos da el mandamiento de amar al próximo como a ti mismo, parece que es un mandamiento fácil de cumplir, pero si entendemos en profundidad su significado, implica amar más allá  de nuestro propio beneficio, de nuestra voluntad humana. Tratar que esa persona que no conocemos, que es vecina, miembro de nuestra familia o de nuestro grupo de trabajo, tenga la misma oportunidad que yo tengo, las mismas comodidades, los mismos derechos o privilegios. Claro que esto no es posible o no depende de nosotros. Pero amar al prójimo no  puede quedarse en un ideal, en algo abstracto,    debe tener un sentido de solidaridad, de amistad, de amor, buscar el bienestar de otros. Es compartir parte de lo que tenemos con otros que nada tienen, es buscar ayudar en lo que nuestra humanidad pueda al necesitado. Es dar compañía, atención, luz, amor para las personas que andan solos por la vida.
¿Es fácil?, no en verdad no es fácil. Tenemos que luchar contra muchos sentimientos internos que nos limitan y nos hacen ser fríos e indiferentes. Incluso con sentimientos mezquinos que nos llevan a pensar que eso no es mi problema. Que la vida es así y yo nada puedo hacer. Que cada quien cargue con su cruz. En fin existen tantas frases frías e indiferentes, pero el trabajo es tratar de cambiarlas por frases positivas, Que la vida es así pero yo la puedo cambiar. Que cada quien cargue su cruz pero yo puedo aligerar su carga con mis manos y mis hombros. Que tu problema es también mi problema porque vivimos en una comunidad, en hermandad y que solo unidos podemos salir adelante.
Debemos dar amor a todo aquel que lo necesite, solo tenemos que tener la disposición de hacerlo sin importar lo que otros piensen y cada quién de acuerdo a sus posibilidades, aprovechando los dones y virtudes que Dios nos ha dado.  Podemos ayudar a muchas personas en nuestro caminar diario. Cada vez que salgamos a la calle tenemos la oportunidad de hacer el bien sin mirar a quien. Nos montamos en un autobús,  por ejemplo, y al pagar el precio de nuestro pasaje ya estamos ayudando a otras personas con el intercambio de servicio, yo te pago y tú me llevas a  mi destino. Al tratar con respeto a las personas, viéndolas como personas dignas y semejantes, estamos realzando nuestra condición humana. Así, durante el día nos daremos cuenta que solo con el dinero de nuestro sueldo otros tantos se benefician. Que con nuestra actitud podemos transformar la actitud de otras personas. Con una sonrisa podemos llevar alegría a las personas que nos rodean, con una mirada tierna amor que acaricia,  con una palabra bonita o una caricia suave podemos cambiar el día de otras personas, con nuestro servicio en el trabajo, sin darnos cuenta ayudamos a otros, bien sea de la propia empresa o de otras. Con nuestra actitud positiva podemos dar impulso a otros con menos fuerza. Si reparamos en los pequeños detalles nos daremos cuenta que no es tan difícil cumplir con el mandamiento de amar al prójimo como a ti mismo, por lo que podemos ver es solo una cuestión de actitud.
3. El amor a nuestra familia, amigos y personas conocidas: es fácil dar amor a las personas que nos son cercanas, a los que nos une algún lazo de afinidad o consanguinidad. Pero aun así cada día debemos proponernos que ese amor sea  tan fuerte que nada pueda quebrantarlo, que ese amor no nos duela ni nos pese. Cuidar corregir nuestras debilidades para fortalecer nuestras relaciones personales con los seres que amamos.
Amar con libertad, implica amar sin falsas ataduras. Saber que el otro no nos pertenece que solo nos acompañará una parte del camino, pero que en algún momento pudiéramos alejarnos sin que esto signifique que ya no nos amamos.  Darle libertad al compañero, a los hijos, a los amigos para buscar su camino, para buscar su identidad sin perder el amor que nos une. Respetar los espacios de cada persona, sin perder  la comunicación y la integración de las relaciones familiares y humanas.
Como podemos ver,  Dios nos habla de amor a cada instante, el amor es el principio y el fin del evangelio. Es la base para la tan buscada felicidad plena. Es la condición para aceptar a otros y aceptarnos a nosotros mismos,  sin críticas,  burlas o  reproches. La palabra de Dios es testimonio del amor que él nos tiene, como un padre y una madre siempre nos ha amado. Busquemos el camino del amor y en él encontraremos la libertad y la felicidad plena.    

No hay comentarios.:

Publicar un comentario