sábado, 15 de marzo de 2014

NO PODEMOS PEDIR PAZ SI HAY ODIO EN NUESTRO CORAZÓN

 Reflexión: No podemos buscar la paz desde el odio, la anarquía y el desorden. Si en verdad estamos orando por la paz en Venezuela, debemos comenzar por respetarnos la diversidad de pensamientos, las diferencias que nos hacen seres únicos y distintos a cualquiera. Reconocer principalmente, de parte de los dos grupos (opositores y gobierno) que se han cometido errores, que el país espera soluciones, que no es mentira que estamos afrontando las consecuencias de políticas erradas. Que afrontamos una crisis social, institucional, política y económica, pero que los mecanismos de protesta aplicados no son los mas idóneos, que están muriendo personas producto de esta situación, que hay temor de salir a las calles ya no solo por la inseguridad sino también por los desastres que hay en las ciudades. Yo también oro al Dios de la Vida, para que llegue ese entendimiento, que triunfe el bien sobre todo mal, que el esfuerzo que están haciendo los representantes de los diferentes sectores reunidos por la Paz, llegue a un punto de equilibrio y acuerdo entre todos mis hermanos venezolanos.
Que Viva Venezuela, siempre como una Patria Libre y Democrática, Fuerte y Soberana, todos unidos como una gran Nación, podremos salir adelante, como hermanos. Sin divisiones, respetando nuestros ideales pero reconociendo que estamos unidos con lazos de sangre por ser venezolanos. Hay que abrir paso a la negociación, al perdón pero al perdón de corazón, a la justicia y esto traerá como consecuencia la PAZ a mi país.

Evangelio según san Mateo 18, 21-35

Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me
haga? ¿Hasta siete veces?»

Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo."
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes."
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda."
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?"
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.»

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